Surfeando emociones

 

El otro día llegó a mi cabeza una de esas ideas que nunca llegan solas. Su presencia se hacía acompañar por una sensación muy reconocible en mi estómago. La de 100.000 mariposas revoloteando por él.

¿De dónde venía esta idea? El origen me resultaba familiar. Recordaba perfectamente el momento en que escuché algo relacionado con ella por primera vez. De hecho, había sido hacía sólo unos 3 meses o así. Yo salía de casa para ir a buscar a mis hijas al colegio y digamos que, como de costumbre, no me sobraba el tiempo. Quería aprovechar a escuchar algo interesante mientras iba en el coche, pero tampoco quería invertir mucho tiempo en buscar y seleccionar qué. Así que me decidí por un clásico y por no ser muy selectivo. Fui a por: “El primer vídeo de Marshall que aparezca en Youtube” y tiré con eso para ir escuchando mientras conducía hacia el colegio.

Enseguida reconocí que el vídeo que estaba escuchando formaba parte de un entrenamiento de Marshall compuesto por otros 8 vídeos más. Recordé haberlo escuchado antes, pero por aquel momento ya estaba de camino y no iba a parar a buscar otra cosa. De pronto, Marshall empezó a contar una imagen que a él le servía para trabajar la empatía. Esa imagen me impactó muchísimo y me extraño bastante el hecho de no recordarla de la primera vez que escuché el vídeo.

Guau, pensé, no puedo estar más de acuerdo con esto. Y nunca se me había ocurrido verlo así. Marshall hablaba de la conexión con la energía que nos llega de los demás. Y comparaba esa habilidad de conectar con esa energía con la habilidad de hacer surf.

Porque no siempre es fácil.

Porque es bello y un reto al mismo tiempo.

Porque muchas veces te puedes llevar un buen revolcón.

Y porque se requiere de un ejercicio de equilibrio y acompañamiento sincronizando energías.

Lo primero que pensé al escuchar sus palabras es que era algo bonito y que me gustaba. Visto de esta manera, me resultaba apetecible ir a conectar con la energía del otro. Me ayudaba a centrar el foco en los sentimientos y necesidades de las otras personas aún cuando estas, muchas veces, las expresen bajo la forma de qué estoy haciendo mal yo para ellas. Por eso me identifiqué mucho con la parte de reto. Siempre existe la posibilidad de medir mal y llevarnos un revolcón.

Al mismo tiempo, es algo muy bello. Cuando eres capaz de comprender la energía de la ola y fluir con ella en armonía… o cuando puedes llegar a conectar así también con lo que está vivo dentro de una persona… Ese nivel de conexión es casi mágico y por eso me llegaba tanto la imagen del surfero conectando con la energía de la ola como nosotros podemos conectar con la energía que emana de los demás.

Por contraste, vino a mi cabeza de repente un tuit que había visto hacia poco tiempo:

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Recuerdo que cuando lo leí, sentí mucha desesperanza. Por eso, la imagen de Marshall se posicionó inmediatamente en mi cabeza como el polo opuesto a este tuit. Y creo que fue en ese momento donde empezó a germinar en mí esa idea que venía acompañada de 100.000 mariposas.

La idea culminaría en mi cabeza poco después. Mientras preparaba un taller de Comunicación Noviolenta para personas que trabajan todos los días de cara al público. Para mí era muy importante poder transmitir a esas personas que mucho de cómo sea su interacción con el público, dependerá de cómo perciban ellos de antemano que esa interacción puede ser.

Me explico, si yo trabajo todos los días de cara al público y pienso que eso es una especie de maldición malaya que estoy sufriendo por algo que he hecho en otra vida (por exagerar un ejemplo) ¿Adivinas qué tipo de interacciones me voy a encontrar en mi día a día con el público?

Por el contrario, si yo busco en mi día a día de cara al público conectar con esa energía que reconozco bella en la otra persona y reconozco mi poder y mi habilidad para conectar con ella, ¿cómo serán esas interacciones entonces?

La actitud puede ser muy importante, sí. Y también todas las herramientas que podamos tener a nuestra disposición para guardar el equilibrio una vez en contacto con la ola. Y ahí es donde entra la Comunicación NoViolenta.

El argumento me parecía perfecto. ¿Cómo hacer ahora que esa imagen pueda llegar de la mejor manera posible a las personas que acudirán al taller? Un momento. ¿Y si…? No. ¿Te imaginas que…? No, sería demasiado. Sí, sí, si es que yo tengo uno, ¿Y si voy me voy vestido de surfero a dar el taller? Estaría guay llevarme también una tabla y todo… No, en serio, ¿lo hago?

El mero hecho de planteármelo siquiera, esbozaba en mí una gran sonrisa. ¿Te imaginas?

Al día siguiente la idea siguió tomando forma y produciendo aún más y más mariposas en mi estómago, ya que pensé: “¿Por qué esperar? ¿Y si en vez de aplicarlo en el taller de dentro de un mes, lo aplico en el que tengo dentro de 2 días, que también cuadra?

Las mariposas parecían ahora hiperactivas en mi estómago. ¿En serio? ¿En dos días? ¿De dónde saco la tabla?

Cuando llegó el día del taller, me desperté con un pensamiento: “¿Pero quién me mandará a mí meterme en esto?” Y la respuesta a esa pregunta comenzó a darme tranquilidad: “Yo, soy yo. Son mis ganas de reto y de diversión. Es como hacer surf”.

Es lo que toda la vida he tratado de hacer como creativo publicitario: no decir que un producto es así o asá, sino demostrarlo. Esto es lo mismo.

¿Quiero que la gente recuerde la imagen del surfero cuando piensen en la habilidad de conectar con las otras personas? No se me ocurre una idea mejor que ir vestido de surfero.

¿Quiero que la gente recuerde que en CNV el foco no está en lo que los demás piensan ni en lo que yo pienso, ni en lo que los demás piensan que yo pienso? No se me ocurre una idea mejor que ir vestido de surfero.

¿Quiero un reto divertido en mi vida? No se me ocurre una idea mejor que ir vestido de surfero.

¿Quiero adelgazar unos cuantos kilos? No se me ocurre una idea mejor que ir vestido de surfero a un espacio con la calefacción a tope.

¡Pues a por ello!

Y así fue:

-       Lo primero, la sensación rara de conducir durante 40 minutos para llegar al lugar del taller. Me había puesto ropa por encima del traje de neopreno para ir en el coche y no tardé en agradecerlo. Saliendo de casa, había un control policial, no quería ni imaginarme lo que podía haber sucedido si me hubieran visto directamente con el neopreno.

-       Luego llegué al lugar y claro, era al lado de un colegio y justo era la hora del recreo. Los niños flipaban: ¡Mira un surfero! ¿Dónde vas, surfero? Por un momento, pensé: “Tierra trágame”, pero enseguida volví a conectar con mis ganas de diversión y con las risas que me había echado la noche anterior con Marta cuando ella me vio ensayar el taller vestido con el traje. Así que levanté la cabeza y contesté a los niños: “Estoy buscando una ola grande, ¿la habéis visto por aquí?” La cara de los niños era un poema, se podía leer el desconcierto en sus rostros. Después, empezaron a hacerme el saludo surfero y yo a corresponderles. Vamos, lo que viene siendo… diversión.

-       Dos datos sobre el taller en sí:

1.     Este taller duraba una hora. La idea original era hacerlo en uno de 4 horas. Nota mental: llevar hidratación extra y ropa de cambio.

2.     ¿Qué es lo peor que podía pasar, qué acudiera al taller la presidenta? Recuerda, no importa lo que piensen los demás sino lo que consigues hacerles sentir. No solo pasamos un rato provechoso y divertido, ahora tengo fijado un taller todos los jueves con ellos.

-       Y un ultimo apunte. Al día siguiente de presentarme vestido de surfero en el taller, tenía una reunión muy importante con un grupo de empresas. Creo que mis pulsaciones no subieron de 65 en ningún momento. Después de lo del día anterior, ese mar era calma chicha para mí.

Feliz martes a todos. Espero que hayáis conectado con muchas olas hoy :)

Javier Nieto2 Comments