¿Y si en los negocios hablamos el idioma de las personas?

Parecía que el inglés tenía el trono. Que el chino venía empujando con fuerza, pero… ha sucedido algo. Un cambio cualitativo y estratégico que afecta a todos los idiomas.

Durante décadas hemos estado viviendo un auge cuantitativo de los idiomas. Es importante hablar idiomas, los colegios han de ser bilingües o trilingües, por lo menos. En un mundo globalizado, los idiomas juegan un factor clave.

A mí me parece que este pensamiento tiene lógica y sentido. Al mismo tiempo, creo que es posible que estemos centrándonos mucho en la forma y poco en el fondo.

El valor cuantitativo de los idiomas es claro. Al aprender un idioma distinto a nuestra lengua nativa, ganamos la potencialidad de entrar en contacto con los millones de personas que hablen ese idioma y formen parte de un mercado distinto al nuestro.

La pregunta es… ¿hablar más idiomas está haciendo realmente que nos entendamos más? ¿O es posible que hablemos más idiomas que nunca y también nos estemos entendiendo menos que nunca?

Aquí está el cambio cualitativo del que hablamos. Si la función principal de un idioma es generar entendimiento entre las personas, puede que algo se nos esté escapando porque, ¿de qué sirve aprender idiomas si realmente no somos capaces de conectar con las personas que los hablan? En un mundo globalizado y superpoblado el entendimiento aparece como un valor primordial de cara a nuestro futuro como especie.

Es posible que hoy día tengamos la capacidad de no entendernos en más idiomas que nunca antes en la historia. Que hayamos globalizado nuestras diferencias, en lugar de nuestras similitudes. Hemos expandido nuestro modelo de rivalidad histórica entre vecinos ejemplificada en Villarriba y Villabajo a una rivalidad globalizada con otros pueblos más lejanos y otras culturas. ¿Para esto son tan importantes los idiomas?

Hace años hubo un intento de elaborar un lenguaje universal que todo el mundo aprendiese como segunda lengua: el Esperanto. La idea no terminó de cuajar, de otra manera hoy estaríamos hablando Esperanto en todas las empresas. O Business Esperanto. Pero es muy posible que una de las razones fundamentales por las que no cuajara el idioma fuese que, en realidad, tampoco iba a solucionar mucho. Para muchas empresas iba a suponer un mero sustituto del inglés o incluso un idioma adicional e innecesario para las empresas situadas en los países angloparlantes.

¿Cuál es entonces la revolución cualitativa? ¿Cuál es el siguiente paso en la fiebre por los idiomas? Para mí, la clave está en retomar su función esencial: los idiomas como herramientas que nos ayuden a entendernos mejor y no a separarnos más. Vayamos más allá de la cantidad y analicemos también la calidad. Calidad en el sentido de satisfacción de la función esencial de los idiomas: generar entendimiento entre las personas.

Este es el sentido del lenguaje de la Comunicación NoViolenta: actuar como una especie de plug-in que nos ayuda a utilizar los idiomas que ya conocemos de forma que podamos potenciar las relaciones y la conexión entre las personas. Así podemos encontrarnos con plug-ins como el NVC English, el castellano CNV o el GFK Deutche.  

Un cuchillo puede utilizarse para cortar patatas o para atacar a una persona. El cuchillo en sí no es ni el problema ni la solución. Ni, en principio, la cantidad de cuchillos. La clave de todo está en el uso que hacemos de él o de ellos.

¿Podrían los idiomas comportarse de un modo parecido a los cuchillos? Yo creo que sí, aunque sin cortar potatoes, ni patatas ni kartoffeln.

Javier Nieto1 Comment