Carne de burro for President

Leyendo el titular es posible que me haya quedado un poco ambiguo. Me gustaría explicar más claramente a lo que me refiero con él.

Desconozco en que época has crecido y si has tenido o no el mismo contacto que yo con el concepto “carne de burro”. En mi casa, por norma general mi padre, se utilizaba como broma cuando alguien se ponía entre medias de su campo de visión y la televisión. En ese momento, se escuchaba la frase: “La carne de burro no se transparenta” Y se suponía que te tenías que dar por aludido y quitarte de en medio.

Luego la expresión “carne de burro” está para mí totalmente ligada al concepto de opacidad. A algo que está en medio y nos impide ver más allá.

Hoy vivimos en un mundo con más de 7.000 millones de personas. Con, probablemente, más de 7.000 millones de opiniones diferentes. Unas opiniones que, cada vez, parecen más polarizadas, más enfrentadas y menos transparentes que nunca.

¿Qué significa opiniones menos transparentes? Para mí significa que esas opiniones a menudo se interponen entre las personas y nos impiden poder vernos los unos a los otros. Lo que en realidad vemos son pensamientos, opiniones y etiquetas totalmente opacas.

Me vienen a la cabeza las prendas de Zara o los peluches esos pequeñitos que vienen con unas etiquetas que ocupan casi tres veces su tamaño. Me vienen a la cabeza también mis hijas que, cada dos por tres, me están pidiendo que les corte las etiquetas de la ropa porque les molestan.

¿Y si todos nosotros estuviéramos yendo por la vida con miles de esas etiquetas adheridas a nuestros cuerpos? Etiquetas que nos ponen los demás, que nosotros ponemos a las otras personas e, incluso, que nosotros nos ponemos a nosotros mismos. Podíamos ser algo así como grandes bolas de etiquetas andantes. Unas bolas que nos impiden por completo ver a las personas que hay por debajo de ellas. Porque las etiquetas que las forman no estarían hechas ni de plástico ni de papel, estarían hechas del material más opaco que existe en el mundo o, por lo menos, que existía en mi casa cuando yo era pequeño: la carne de burro.

No he visto más que 10 minutos del primer debate electoral. Y lo único que he percibido han sido etiquetas poniendo etiquetas a más etiquetas. Lo único que he apreciado son bolas haciéndose cada vez más grandes y haciendo cada vez más difícil llegar a las personas que hay debajo de todo eso. Quedarnos en la superficie de la opinión, de la etiqueta, y no poder llegar a conectar con las personas que hay debajo, con la humanidad que todos llevamos dentro, es el principio que hace que la violencia sea disfrutable.

¿Cuantas veces hemos visto en películas o incluso en dibujos animados de bien pequeños a “los malos” sufriendo y nos hemos alegrado? ¿Quienes son “los malos”? Normalmente personas que piensan diferente a nosotros. Hay solo un paso entre pensar diferente a mí y ser “el malo”. Y solo un paso entre ser “el malo” y que “te merezcas” todo lo que te pase. Mis pensamientos y mis opiniones tienen la capacidad de impedirme ver a la persona que tengo enfrente y de contribuir, posiblemente sin saberlo, a la espiral de violencia.

Esto me recuerda a una frase que le escucho mucho decir a Sergio Fernández: “La mente es una gran servidora y una pésima ama”.

Ayer viendo esos 10 minutos de debate sentí tristeza. Mucha tristeza. Porque vi bolas de etiquetas parlantes arrojando etiquetas por doquier e instando a que la audiencia haga lo mismo. A que la audiencia vote por temor a esta o a aquella etiqueta y que nunca jamás tenga la curiosidad de comprobar qué persona puede estar debajo de ella.

¿Existe algún partido político que promueva la conexión entre personas? Luego ya veremos si hacemos la estrategia A, B o C para solucionar tal o cual problema. Somos seres humanos y, puestos a organizarnos, ¿no tendría sentido buscar la mejor manera de cuidar de nuestros intereses comunes más allá de poner el foco en todas las opiniones que nos separan? ¿No tendría sentido centrarnos más en las personas y menos en lo que opinamos o no acerca de ellas o lo que ellas opinan o no acerca de lo que opinamos nosotros?

Ojalá que cortar con esta espiral fuese tan fácil como quitar las etiquetas a las prendas de ropa de mis hijas. No tiene pinta. Y menos tras ser consciente ayer de cómo debates como este avivan aún más el efecto bola de nieve en las ya sobrecargadas bolas de etiquetas.

Los que están llamados a ser nuestros líderes no son más que un espejo de lo que somos nosotros como sociedad. Es francamente difícil que ellos cambien si no cambiamos nosotros primero. Y eso solo depende de cada uno de nosotros. 

Tan transparente como el agua. Tan opaco como la carne de burro.

Siento si al leer el titular pensabas que este artículo iba a ir de poner a caldo a los candidatos. Bueno, en realidad, no lo siento nada en absoluto. Muchas gracias por haber llegado hasta aquí y feliz día :)

Javier Nieto2 Comments