Ayúdame, gilipollas

Como podrás imaginar, una de las palabras del título de este artículo está ahí para llamar la atención sobre algo que podría cambiar para siempre nuestra forma de relacionarnos con los demás. La palabra en cuestión es “ayúdame”.

Marshall Rosenberg, padre de la Comunicación NoViolenta, explica que toda la comunicación entre personas puede traducirse o reducirse a solo dos conceptos: “Please” o “Thank you”. Según esto, con todo lo que decimos expresamos al final solo dos cosas: petición de ayuda o agradecimiento. No hay más.

 ¿Qué ocurre? Que muchas veces no somos conscientes de ello. Ni de que estamos pidiendo ayuda, ni de que los demás nos la están solicitando. De ahí el título de este artículo porque, bajo este esquema, incluso un insulto no es más que una expresión trágica de que una necesidad no está siendo satisfecha, es decir, una forma más de comunicar una petición de ayuda. Este “ayúdame, por favor” también puede aparecer en forma de reproche, reprimenda, exigencia… he tomado el ejemplo del insulto por ser el caso más extremo y quizá también el más revelador.

¿Qué pasaría si la próxima vez que oigamos un insulto escucháramos también el “ayúdame” que va delante? O vamos a ir un poco más allá: ¿y si la próxima vez escucháramos solo la petición de ayuda y no el insulto? Que quede claro que no hacer caso del insulto no implica que estemos de acuerdo con los términos en los que se expresa esa persona. Simplemente, se trata de obviar temporalmente esa falta de forma para centrarnos por un momento en el fondo del asunto: la necesidad básica que esa persona no está pudiendo satisfacer en ese momento.

Lo bonito de todo esto es que esa capacidad de escuchar una u otra cosa es nuestra y solo nuestra. Nosotros decidimos, no dependemos de nadie más. ¿Qué queremos hacer? ¿Por qué camino queremos ir?

Podemos escuchar el insulto. Poner en alerta a nuestro ego y preparar un contraataque. Este puede ser en forma de otro insulto, de distancia con la persona, de contar a todo el mundo lo mala que es esa persona porque mira lo que nos ha dicho y lo que nos ha hecho… Hay infinitas formas de transitar ese camino. Y estoy casi seguro de que todos hemos transitado por casi todas. ¿Y dónde nos han llevado? ¿Hemos sido capaces de llegar a un punto muy distinto del punto de partida? Normalmente no. Este camino suele llevarnos a una escalada en la violencia (verbal, tácita o explícita) y a una desconexión con esa persona.

También podemos transitar el otro camino. Escuchar solo la petición de ayuda. Desapegarnos del insulto. Han intentado hacernos daño, sí, pero no le damos importancia porque nuestro objetivo no es ofendernos. Nuestro objetivo está ahora en… ¿qué le puede estar sucediendo a esa persona? ¿Qué necesidad suya puede no estar siendo satisfecha en ese momento? Es como si dejáramos salir por un momento al ego de nuestro cuerpo. Digamos que le mandamos a por tabaco (¿no sería maravilloso que no volviera nunca?) Así, tenemos la capacidad de poner por un momento el 100% de nuestra atención en la otra persona. Un simple hecho que va a hacer que, sea cual sea el fuego que se haya producido, tengamos la seguridad de que no se va a extender. Al menos, no gracias a nosotros. Puede que consigamos extinguirlo, que logremos ayudar a esa persona a identificar esa necesidad no satisfecha y obtener así conexión, cercanía, paz, tranquilidad… o puede que no lo apaguemos. Lo que es seguro es que estaremos contribuyendo siempre a acotar ese fuego y a evitar su propagación por la familia, los amigos, las organizaciones, las comunidades educativas, etc.

¿Y la si la próxima vez que la vida nos traiga un aparente ataque decidimos escuchar la petición implícita de ayuda?

Me encantaría poder leer aquí vuestras experiencias. Yo, os cuento la mía:

El mismo día que escribí este artículo volvía con el coche de recoger a mis hijas del colegio cuando un coche me pitó varias veces. Lo que se escuchó fue un: “piiiiiiiii, piiiiiiiiii, piiiiiiiiiii”. Algo que normalmente podríamos traducir por un: “¿pero qué coño haces?” y que ahora sabemos que también significa: “ayúdame, por favor”.

Así que voy a tratar de hacer eso último: ayudar. Si el viernes 21 de septiembre ibas circulando en un Mini de color rojo por la carretera de El Escorial a la altura de Monte Rozas y en dirección a Las Rozas a eso de las 14:25 horas, este mensaje es para ti: “Quiero decirte que he estado pensando y creo que es posible que necesites claridad o  aprendizaje. ¿Es así? Sería del todo comprensible, yo mismo no recuerdo muchas de las cosas que estudié cuando tuve que sacarme el carnet de conducir y parece que existe cierta controversia con el tema de las rotondas. Al mismo tiempo, la DGT es clara en todos sus comunicados: es correcto utilizar el carril exterior y señalizar la salida y no es correcto salir de la rotonda desde un carril interior. No sé, querido desconocido o desconocida, cómo resuena esto en ti. Lo que sí sé es que cada vez más te agradezco los pitidos. A mí me han servido de ayuda para escribir este artículo, y creo que también pueden contribuir a aportar claridad sobre el tema a todas las personas que lo lean. Muchas gracias y un saludo”.

 

 

 

 

Javier Nieto